domingo, 3 de enero de 2016

Queridos Reyes Magos.

En 2015 me porté mal. Muy mal. Y nadie lo sabe. Ni los reyes por ser magos. Ni tú por tener magia. Solo yo por buscarla. He tenido que enfadarme muchas veces conmigo misma. Ha sido más difícil de lo que pensaba. Me han presentado partes de mí que no me gustan. Y digo 'me han', porque así es. Ha sido gracias a personas que he podido darme cuenta que mi vida tiene canciones a las que tengo que cambiarles la letra. Y tiene(n) que cambiar ya. Y rápido. (Gracias a cada persona que ha ayudado a que esto sea así). Porque mi parte buena ya la sé yo, no hace falta que nadie venga a presentármela. Pero lo malo no siempre está al descubierto. Quedan brechas escondidas. Hasta que llega quien da con la tecla que la descubre. Y qué bonito algo tan feo. 

Es fácil, mi 2015 se resume en una frase: mi corazón ha ido por un camino y mi cabeza por otro. Sin llegar a juntarse. He sentido que soy más débil de lo que creía. He llorado. De alegría y de tristeza. Lo primero una sola vez, de lo segundo ya perdí la cuenta... Ha sido un caos. Pero no me arrepiento. De nada. Solo de las cosas que no he hecho. Por miedo. Como siempre. Por insegura. Por vergonzosa. Por gilipollas. Por yo que sé qué. 

Por eso y por mucho más, queridos Melchor, Gaspar y Baltasar, este año solo quiero que me prestéis un poco de vuestra magia. Que compartáis conmigo esa estrella que os guía y me enseñéis a no perderla de vista. Por favor. Yo os dejo un poco de cava en la mesa. Solo pido a cambio que tengáis la generosidad de llenar la copa medio vacía con tres cosas: respeto, empatía y amor. Lo primero como base de(l) roscón, lo segundo como papel de(l) regalo y lo tercero como ilusión de todos esos padres y madres que ven a sus hijos el 6 de enero con la sonrisa más grande del mundo. Y ojalá nunca pierdan esa ilusión de la Navidad. Puedo asegurar y aseguro que es el peor regalo que puede recibirse. Y quien lo hace no se da cuenta de que está regalando algo tan feo como la falta de libertad. (Espero que sepan entender que la ilusión de la que hablo no está referida al día de reyes). 

Miren, voy a confesar algo. El otro día fue la primera vez en mi vida que acabé un año y empecé el siguiente queriendo y odiando a la misma persona. Queriéndola como a la que más. Y odiándola como a la que más. Y lo digo en serio. Tampoco nadie sabe de lo que hablo. Pero quizás un rey mago sí... Por eso, Melchor, Gaspar o Baltasar, tú, quien seas de los tres, me da igual (aunque he de confesar que siempre fui más de Gaspar, todo hay que decirlo), por favor, regálame un pellizco de esperanza. Déjame en la zapatilla una chuchería llena de ilusión. Ilusión por la vida. Por mi vida. Por cambiar todo lo que me molesta. Por dejar a un lado lo que me agobia. Por empezar de cero conmigo misma. Y al polvorón dale un bocao', te dejo, pero préstame un poco de confianza. Te prometo que me prometo darme otra oportunidad. Pero ayúdame a llenar esa copa. Y cuando te vayas de mi casa, sigue dejando mis tres deseos en cada corazón de todas esas personas que día a día luchan por buscar la magia en las personas. Se merecen el regalo más grande del mundo. Y que no sea por tamaño. Ah, y hazme el favor de darle las gracias a las seis personas que, a día de hoy, se siguen atreviendo a formar parte de mi vida, sin estar vinculadas a ella desde el primer minuto que llegué llorando a este mundo de locos. 

Queridos reyes magos: como veis, lo que pido no hay nadie que pueda conseguirlo por mí. Déjenlo, ya me encargo yo, que soy la única capaz de cambiar(me). Pero eh, lo del respeto, la empatía y el amor iba en enserio. Llenen el mundo de ello, por favor. 

Gracias.

Fdo: una amante inocente de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario