domingo, 28 de febrero de 2016

EN-AMOR-ADA

No sé en qué puto momento alguien se sintió con la licencia de inventar el (en)amor(arse). Ni por qué la gente se empeña en querer que otra persona sienta eso por ellos. Yo, con pocos años y la mayor inocencia que unos ojos pueden silenciar, firmo un contrato en el que se ahogue la posibilidad de que se enamoren de mí. Lo firmo. Aquí, o en Roma, y ahora. Con o sin testigos.

Firmo las ganas de quedarme conmigo.
Firmo que no se agote la magia de mis ojos.
(Rea)firmo echarme de menos de vez en cuando.
Y te invito a grabar tu tinta junto a mi garabato.
Celebremos que no hay prefijos ni sufijos en el amor.

Si alguien tuvo la valentía de gritar palabras en boca de nadie, yo tengo la fuerza de susurrar que nadie me diga la palabra amor disfrazada de adjetivo. Pueden hacerlo, pero no provocarán que mi boca compre tal declaración. No lo necesito. Ni creo en ello. Lo siento, pero ahora solo creo en los pronombres reflexivos. La reciprocidad siempre termina perdiendo en la prórroga. Jueguen el partido, les invito a sentir la putada de encajar un gol en el minuto 93. 

Joder;
cómo escuece, 
qué poco dura,
cuánto permanece.

En el acta de mi vida quiero una tarjeta roja por saltar límites, pero no me apetece tener una sanción por culpar al amor de lo que te pasa por pronunciar el adjetivo que me señala.

Por favor, no juegues con los pronombres, no pongas la tercera persona cuando solo hay hueco para la primera acompañada de un complemento tan precioso como unos Calvin Klein (o unas Calvin Klein). Piensa un poco, joder. Deja de creer que el amor es cantidad, y empieza por sentir que la calidad está en el amor por ti cuando estás con alguien.

Esto firmo. Un contrato que sentencie que alguien se enamore de sí cuando está conmigo -y se puede estar de muchas formas-, que nunca cambie la ese por una eme, que no escriba el pronombre ella; porque justo en ese momento el amor perderá su licencia...
y dejará de ser Roma al revés.

domingo, 21 de febrero de 2016

Lo que pudo haber sido.

Nuestros tiempos han sido cortos. Quizás no daba nota pa' bailar la última canción que cerraba la discoteca de unos ojos brindando amor. Si te digo la verdad, me gustas por lo que no haces y lo que me apeteces hacer. Pedir que te quedes con la mirada. Y querer que la mirada se quede. Era (in)cómodo. Sonreía, pero mi corazón tiritaba de frío. Te buscaba, haciendo lo (im)posible para que no te dieses cuenta. Porque a veces, por mucho que queramos...
no es el mejor momento.

domingo, 14 de febrero de 2016

Te prequiero.

No digo que te quiero,
porque todavía no puedo.
Pero te prequiero.
Te prequiero mucho.

te (pronombre): a ti. 
A todos nos enseñan a decir 'te quiero', pero muy pocos tenemos la valentía de estudiar querernos. Sí, a nosotros, en soledad. ¿Cómo vas a querer a alguien si no sabes ni quererte a ti? Si estás en lo primero sin haber pasado por lo segundo, déjalo, porque lo estás haciendo fatal. Es muy poco difícil usar estas dos palabras cuando ni siquiera sabes lo que realmente estás diciendo. Un 'te quiero' es una expresión cargada de significado. Estás convenciendo a alguien de que quieres quererte queriéndole contigo. ¿No te has enterado de nada, no? Está bien. Te lo pondré más fácil. Yo te quiero a ti conmigo, porque me quiero cuando quiero contigo. ¿Ahora? Bueno, miren, vamos a dejarlo, porque tratando de haceros ver a quién queréis, me acabo de dar cuenta de que yo no quiero a nadie. Y posiblemente esta sea la mejor definición de 'te quiero' que he hecho en toda mi vida, sin darme cuenta. Aquí lo dejo, para quien lo quiera ver...

pre-: indica anterioridad en el espacio o en el tiempo.
Fácil, ¿no? Solo hay una manera. Antes de querer, hay que prequerer. Tenemos que querer querer. Siendo el primero causa del segundo, y éste consecuencia del anterior. Yo quiero porque previamente he querido hacerlo. Y lo deseo porque mi fin es hacer bien lo segundo. Así que, amigos, si no queréis querer, no perdáis el tiempo, por favor. Dejadle paso a quien realmente tenga ganas. Regalen la oportunidad a la persona que está en segundo curso del doble grado del quererse y del querer ser. Y no rompan la ilusión del destinatario del 'te', porque, joder, jode tener que aguantar a caprichosos que no saben ni lo que quieren querer.

quiero (de querer): amor, cariño.
Ahora sí. Ahora quiere. Por encima de todo. Más allá de etiquetas, más allá de prejuicios. Allí verás la consecuencia del pronombre, y comprobarás que el orden de los factores a veces sí altera el producto. Primero con 'me', luego con 'te'. Y ya. ¿Y qué más? No, con 'se' no, idiota, que no tienes derecho a juzgar quién se quiere o no se quiere. Ya tienes bastante con lo tuyo, deja al resto que se busca querer. Y acuérdate del 'pre', que todo deporte de riesgo conlleva un previo entrenamiento.

Yo, por ahora, solo puedo decir que (te) prequiero 
porque quiero aprender a querer(te). 
Primero con me y después con te. 
Para acabar siendo un nos.
Posdata: te prequiero. 

martes, 9 de febrero de 2016

Tiene todo.

Tiene todo.
Lo tiene todo,
no es perfecta
pero lo tiene todo.

Si supiese cuánto,
dejaría de pensar por qué,
sin cómo ni cuándo
supe que algo era todo.

Si yo fuera tú
y tú fueras yo,
querría alguien en mi vida para quien yo fuese como tú eres para mí.
Tan tuya sin mí; tan mía sin ti.

Y es que tiene todo.
Odio sus olas de defectos que arrastran desconfianza,
pero amo su mar en calma en el límite del corazón.
                                                                                                    Justo ahí, donde se unen agua y nubes.

Si algún día me hago mayor,
quiero alguien que me odie como yo quererte quiero;
y ojalá sienta de mí que tengo playa entre tanto océano.
                                                                                                        Donde nado sin chaleco salvavidas.

Tenía(s) algo,
todo sin físico;
pero ahora tiene(s) todo,
y, JODER, sigo sin saber (por) qué...
                                                                     Supongo que será algo inefable.

jueves, 4 de febrero de 2016

Tiene algo.

Tiene algo. 
Físicamente no me vuelve loca,
pero tiene la manía de hacerme sentir guapa.

Es magia.

Sus ojos oscuros brillan más que el azul de Ruby Rose,
esconde ilusión en sus pupilas
y las ganas las guarda en la retina.

Tiene algo. 
Y no hablemos de su interior...
(por)que eso sí me vuelve loca.

Es atracción.
Dibuja sonrisas con su mirada
y corazones con sus labios.
                                                        Así, y viceversa.

Tiene algo.
Se tiene a ella, 
por encima de todo.

Es vértigo.
Su desconfianza me mata,
pero confiarla me revive.

Tiene algo.
Mírame, intentando explicar
cómo hacer que se pueda controlar.

Es ella.
Sus diez defectos con nueve virtudes,
siendo yo la que falta por sumar.

Tiene(s) algo.
Yo qué sé, joder. 
Es todo lo bueno que oculta(s) tras ese físico, que sigue sin volverme loca.

lunes, 1 de febrero de 2016

Altibajos de emociones.

Photography: Feppress

(Me) ganó la vida
a este inquieto corazón a prueba de bombas,
(se) perdió la ilusión
a esa lágrima que aguantó sin medida.

Llegó, llenó y me llevó,
remolino de recuerdos
laberinto de sentimientos;
emoción de quien llora por dentro.

Vanesa no vio cómo mi corazón tiritaba de frío,
ni cuándo ni dónde rompió el hielo.
Vanesa se perdió mi mirada perdida
y cómo buscaba un rincón donde esconderse.

--- CRÓNICA DE UN BAILE ---

No sé por dónde ni cómo empezar. Me lo pondré fácil, utilizaré el recurso más cobarde: ojalá. 
Ojalá sintáis alguna vez en vuestra vida lo que yo no pude evitar el 31 de enero. No por ser 31. Ni por ser enero. Sino por quien decidió comprar mi alma ese día. Ojalá no podáis controlar vuestras emociones. Ojalá los sentimientos sean más fuertes que vosotros. Ojalá lloréis. Ojalá os equivoquéis. Ojalá lo hagáis mal. Otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Sin querer más de ti. Y ojalá, alguien, algún puñetero día, tenga el valor de contaros lo que nunca nadie se atrevió a deciros.

Y ojalá sea ella. La que escribe una historia para hacerla canción y contarla sin prejuicios ni autodefensas. La que tiene los santos cojones de sentirse con pleno derecho a hacerte daño. La que entra sin pedir permiso. La que remueve todo, y cuando digo todo es todo. Esa. La que se da golpes contra el pecho haciendo sentir que nos ha clavado lo que ella un día convirtió en canción. La que planta con rabia el pie sobre el escenario haciendo temblar miles de corazones que palpitan al ritmo de su baile. La que aparta el micrófono y calla todas las bocas del doble de ojos que la miran embobados. La que tiene la puta manía de activar el mecanismo de defensa tras el que todos nos escondemos. La que vive y sueña a partes iguales. La que baila y se ríe de todas esas personas que se cruzan en su vida para no quedarse. Y en la tuya. Y en la mía. La que reposa sus dedos sobre unas teclas blancas y negras empapadas de ganas de esperar una historia en la que perder, porque no se puede ganar siempre. La que me hace conocerme mejor y sentir más que la mayoría de las personas que me conocen. La que sabe definir mis emociones mejor que yo misma. La que deja tantos 'ojalá' detrás de la puerta esperando que llegue alguien que nunca tenga que usarlos por no querer salir. Ojalá tengáis la suerte de sentir que es ella la que os cuenta lo que nunca os atreveis a decir(os). 

Gracias, Vanesa Martín.
Por confiar en el amor, más allá de ti.
Por hacerme temblar, más allá de mí.
Por creer en la piel, más allá de todo. 
(Por traer Sevilla a Madrid.)

Gracias, joder.