‘Depende de nosotros todo lo que
queramos cambiar y conseguir en nuestra vida.’ A veces tropezamos con
personas que nos hacen conocernos más a nosotros mismos. Otras veces, son esas
personas las que nos conocen y saben ver lo que nosotros mismos no hemos sido
capaces de encontrar. Y ahí está(s), entre todo este desorden. Ahí vuela la
soledad, la indiferencia, el caminar con la mirada perdida, el no querer
encontrarte con alguien porque no tienes el escudo de emociones preparado. Y
llegan flechas. ¿Y cómo saber si son buenas o malas sin que te alcancen? ¿Cómo
sentir si debemos ponernos en su trayectoria o apartarnos? Las intentamos
frenar, sin saber que nos volverán a alcanzar. Qué tontería. No paramos de
posponer lo que, al final, tiene que llegar. Como si después de un tiempo fuese
a doler menos el disparo. Como si el corazón se preparase para recibirlo. Que
no, joder. Que la cabeza no gana. Que podemos hacerle todo el caso que
queramos, pero nunca acabará ganando esta batalla. Quizás es mejor no intentarlo.
Quizás el tiempo que le dedicamos dándole la oportunidad de convencer al
corazón, solo sirva para dar pie a que lleguen el miedo, la inseguridad y la
rabia. A lo mejor es mejor obviar la razón. A lo mejor hay alguien en este
momento sintiendo lo mismo que tú. Pero calláis, dejando pasar el tren. Con
esperanza de que, cuando llegue al final, vuelva en dirección contraria y os de
otra oportunidad. No sé, yo que tú me dejaba de tonterías y corría para no
perder(te). Estás deseando viajar en él. Cuando estés dentro ya habrá tiempo de
frenar. Yo que sé. Qué cobarde el corazón. Será que de niños le hacemos ver
demasiados 'game over' en la pantalla.
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