Cuando quieras querer, ven y mírame. Yo puedo seguir haciéndome la loca, y tú a lo tuyo. Puedo seguir olvidando lo que no me acerca a ti, y tú rompiendo distancias con otra mirada. Puedo querer, y de hecho quiero; puedo deber, y quizás deba; pero sobre todo, puedo sentir, y siento que quiero y debo. Porque con nadie más lo veo.
Cuando quieras querer, ven y háblame. Tú tienes un ejército de soldados a tu favor. Yo juego en desventaja. Hazme caso, soy demasiado tuya. Y ni siquiera sé que conlleva tal condición. Pero tú guardas parte de mi ilusión. Digamos que eres el arcoiris de mi tormenta. No te asustes. Llueve fuerte, pero asoma el sol. Tranquila, puedo esperar a que se vaya el nubarrón. Un poquito más.
Cuando quieras querer, ven y quédate. No sé por qué, pero algo me dice que saldrá bien. Quizás sea tu forma de ser, tal vez tu modo de querer, o simplemente las ganas que queramos tener. Porque el día que quieras querer, significará muchas cosas. La primera, que sabes esperar como yo no supe acelerar. La segunda, que si alguien se ha cruzado, tú no has cogido su mano. La tercera, que te ofreces a ser la que rompa el refrán de llegar a mi vencida. Y la cuarta, no menos importante, que aceptas el reto de ser la que inspira mi canción.
No hay ni una sola condición capaz de hacer temblar este secreto tuyo y mío.
Siento que avanzo sin un solo paso.
Cuando quieras querer, ven.
Y juntas discutimos el verbo de después.
(Ya te aviso que no me gusta perder.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario