miércoles, 21 de septiembre de 2016

Terceras elecciones: yo, yo y tú.

Primera. Ser quien te hace recuperar la ilusión por un sentimiento siempre será igual de importante que quien te hizo perderla. Cada quien en su momento. Cada cual en su gobierno. Apostamos por lo que menos nos hace desconfiar. Y hubo alguien a quien no le hizo falta papeleta para llegar a mis manos. Ganó sin ser rival. Sin querer ponerse por encima de nadie. Esperando que pasase mi eliminatoria para vernos en semifinal. Y solo era la primera. ¿No es verdad que se merece algo más que mi tiempo por hacerme recuperar la magia de ese sentimiento?

Segunda. Ser quien provoca las ganas de reconocerse a uno mismo nunca será lo suficiente decepcionante como para arrepentirse de haberlo intentado. Y yo lo estoy intentando. Porque ahora sé que sí. Que puedo. Que quiero. Y que debo. Que febrero fue la gota que empezó a llenar la nube de septiembre. Y es que escribir es el acto de valentía más sincero capaz de cumplir lo que un día se sondea. No sé si ha sido tu culpa o la mía. Pero ya que estamos, ¿por qué no lo intentamos?

Tercera. Ser quien le da a mi tiempo la responsabilidad de lo que tenga que ser. Ya estoy posponiendo muchas alarmas. Al final me voy a quedar dormida. Y al despertar habrá ganado las elecciones otro partido. No quiero esperar cuatro años. Quizás nuestras vidas ya se han dado el suficiente espacio. Puede que ahora llegue el mejor momento. Si ellos no se han puesto de acuerdo en un año, ¿quiénes somos nosotras para querernos en menos tiempo? 

Ya no quiero más investiduras. Me quedo con la primera. Conmigo sumándote a ti. Yo y tú. Tú y yo. Sin ser mayoría absoluta consiguió mi confianza. 
Ya quisiera el señor Rajoy que me estuviese refiriendo a él. 

Ven y (a)probamos suerte. 
Mi mirada te dijo que te esperaba en la final
Y aquí estoy. Ahora sí. Que empiece el partido.
(Por cierto, soy madridista, ya estoy acostumbrada a sufrir hasta el minuto 93).